En el comienzo…

Al comienzo de todo, o al comienzo de la nada, existía el vacío. Era el reino del no-tiempo, del no-espacio, de la no-vida. 
En la profundidad de Ginnungagap, el abismo de la nada insondable, surgieron dos regiones, dos energías, dos opuestos: Niflheim, ubicada arriba –arbitrariamente, norte-, y Muspelheim abajo -arbitrariamente, al sur-. En la primera, sólo había sombras, nebulosas y hielo. Y en la otra, fuegos, chispas y calor abrasador. De Niflheim comenzaron a brotar torrentes de agua, prodigiosamente pura y terriblemente gélida. Y de Muspelheim, también surgían ríos, pero de cálido veneno.

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Al confluir las vertientes de ambas regiones, el frío de Niflheim congeló los ríos de veneno, y el Universo quedó convertido en un abismal glaciar. Pero el corazón de Muspelheim, imposible de congelar, seguía ardiendo con fuego y ráfagas calientes tan abrasadoras que, poco a poco comenzaron a descongelar el abismo. Y mientras se deshelaban las escarchas y los ríos de veneno, se creó el primer ser vivo del Universo.

(©Eli Pstyga) (Fragmento de ©»Manual de Runas» capítulo 2 )

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